La Autosugestion


Recuerdo que cuando estudiaba en el Liceo nos inscribimos un grupo grande como de 50 muchachos para competir en atletismo en los juegos inter-institutos.
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La Profesora Cosmelina queriéndonos ayudar se nos acercó y como ella era la orientadora del Colegio nos dio una pequeña charla acerca de la autosugestión.

Ella hablaba con pasión, con alegría, con una fuerza extraordinaria, transmitía una emoción desbordante, era muy elocuente y empleaba varios ejemplos para apoyar su tesis. Nos transmitió un entusiasmo ilimitado. La fuerza de su oratoria era impresionante. Nos convenció por completo.

Nos dijo que debíamos ser muy optimistas y pensar siempre en positivo. Nos explicó que si repetimos constantemente en nuestra mente el deseo que quisiéramos, éste, se terminaría cumpliendo.

Nos recomendó como un mes antes de la competencia que nos repitiéramos día y noche la frase “voy a ganar”.
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Así lo hicimos casi todos. Yo era uno de los mas entusiastas y a cada rato en mi mente me repetía la frase: “voy a ganar, voy a ganar, voy a ganar”.



Cuando llegó el día de la competencia todos teníamos un ánimo descomunalmente grande, optimistas en extremo, nos sentíamos los favoritos, estábamos seguros que arrasaríamos con todas las medallas.


Cuando desfilamos lo hicimos sintiéndonos semidioses. Muchos nos preparábamos para salir bien en la foto con las medallas y trofeos que cosecháramos.


La competencias de atletismo duró tres días.
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Obtuvimos un resultado asombroso. Todos llegamos en el último lugar. La única competencia donde no llegamos de último fue la mía, en la que llegué de penúltimo y eso porque competíamos dos del mismo colegio y yo solo pude ganarle a mi compañero.

En esa carrera cuando todavía nos faltaba un mundo para llegar a la meta ya se veía que el resto de los competidores habían llegado a la misma y estaban descansando y entreteniéndose en ver como mí compañero y yo nos matábamos por el último lugar.

Es decir, hicimos el ridículo.


Ese fue el producto de la tremenda vaina que nos echó la orientadora cuando nos habló de la autosugestión. Pero y es que ¿a quien se le ocurre que iba a ganar una competencia solo repitiendo una frasecita?


Ahí competían como 35 colegios y estábamos conscientes de que varios de esos colegios tenían una tradición deportiva muy grande. Entrenaban, hacían ejercicios, se cronometraban los tiempos, llevaban sus registros, tomaban vitaminas, etc.


La Autosugestión nos deparó en autoengaño. Mientras los deportistas de los otros colegios entrenaban duro para competir, nosotros estábamos acostados en un chinchorro o en el sofá repitiéndonos la frasecita esa de la que ya ni quiero acordarme.


A partir de ahí y aproximadamente durante un mes nos llovieron las burlas por parte de los amigos y compañeros de clase. Provocaba reportarme como enfermo así inventara las mas extravagantes excusas para evitar verles la cara. Lo bueno es que esa situación me hizo reflexionar.

La causa de nuestra derrota había sido el no esforzarnos por conseguir la victoria, el haber creído en atajos mágicos para triunfar y por otra parte me dí cuenta de cómo puede uno caer por dejarse convencer por un discurso bien pronunciado.


Si alguien tiene una buena oratoria pero lo que dice es un disparate no sirve de ayuda.
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Con el correr del tiempo aprendí que los éxitos provienen del esfuerzo férreo, inteligente, tenaz, perseverante.


A la Orientadora no le guardo rencor por haberme procurado aquel mes de burlas, pitas, estrés y desmoralización, pero me hubiese gustado decirle “zapatero a tu zapato”. Si usted no tenía experiencia en competencias deportivas ¿Por qué nos dio ese discurso? Pero hay que ser indulgentes y además ella lo hizo con la mejor de las intensiones.


De todos modos para todo aquel que le gusta aconsejar le sugiero que hable de lo que sabe. De lo que no se sabe es preferible no hablar o se le hace la advertencia a la persona de que carecemos de experiencia en ese campo, que lo que hacemos es emitir una opinión.

Claro que el optimismo ayuda, es cierto que vivimos mas felices si tenemos una actitud positiva ante la vida, pero en lo que no hay que caer es en el autoengaño amparándonos en un positivismo.


Es bueno ser optimista, pero pisemos tierra.
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Con solo ser optimista no se triunfa. Hay que esforzarse duro para conseguirlo, aplicando lo que dijo San Pablo: “Todo lo puedo en Cristo que me Fortalece”.